El
inoportuno resfriado que afectó al virtuoso violinista Philipe Quint el
mismo día de su presentación, no fue obstáculo para que destacara la noche del
miércoles con su brillante interpretación del Concierto en Re mayor, opus 35,
para violín y orquesta, de P. I. Tchaikovsky, en la Sala Carlos Piantini, como figura
central del quinto concierto del Décimo Festival Musical de Santo Domingo.
Aunque por momentos se le veía respirar con
dificultad, la música fluía nítida de su Stradivarius, cargada de poesía, fruto
de la musicalidad y del dominio técnico propios de los virtuosos, cuya
brillantez interpretativa fue constante en los tres movimientos de este lírico concierto de Tchaikovsky.
Philippe es dueño de un amplio y destacadísimo
historial artístico. Estudió en la Escuela Especial de Música para Dotados en
Moscú con el afamado violinista ruso Andrei Korsakov y su debut orquestal fue a
la edad de nueve años con el Concierto No.2 de Wieniawski. Ha sido nominado en
varias ocasiones al Grammy, por sus álbumes.
En la segunda parte del programa, el Maestro Ramón
Tebar logró una de las mejores interpretaciones de la Orquesta del
Festival,
con la Sinfonía No.2 en Mi menor, Opus 27, de Sergei Rachmaninoff.
A pesar de lo extensa de esta obra, casi una hora,
el público disfrutó con entusiasmo sus cuatro movimientos, principalmente el tercero (Adagio), por su belleza y por su
perfecto ensamble.
Margarita
Miranda Mitrov destaca en el programa de mano: “El Adagio empieza con un
romántico tema expuesto por los violines que pronto es dejado de lado para
introducir el tema del clarinete, una maravillosa melodía de largo aliento”.
“El
final comienza con una música festiva. Continúa con un gran tema destinado a
regresar, triunfante, al final. Hay un pasajero recuerdo de la melodía del
Adagio. Tras el amplio desarrollo, vuelve el gran tema para cerrar
espectacularmente esta inmensa obra sinfónica”.
(Fotos:
David Soto)
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