Por Zvezdana Radojkovic
(Concertino
Asociada de la OSN)
(Dedicado a mi amigo Pavle Vujcic
Concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional)
Toda persona que asiste a un concierto sinfónico
advierte la llegada de un miembro especial de la orquesta que hace su entrada
al escenario minutos antes que el director y cuando ya todos los músicos están en
sus puestos. Esa persona es el concertino, quien recibe los primeros aplausos del público a manera de
saludo y de inmediato solicita al oboísta darle el tono correspondiente para
afinar los demás instrumentos y así entregar al director la orquesta lista para
iniciar el concierto.
En toda orquesta sinfónica, el director, asistido
del concertino es figura principal, en el sentido de que tiene la función de
mediador entre el compositor y el oyente. En otras palabras, el director es el
creador de la interpretación, mientras el concertino tiene que responder a las
exigencias de la idea creativa, al igual que los demás miembros de la orquesta
pero su destacada posición le obliga a transmitir con su cuerpo y ademanes los
más delicados detalles.
El concertino es el jefe de la orquesta entera,
sobre todo de la sección de las cuerdas (violines, violas, violoncelos y
contrabajos) por la simple razón de ser un violinista. Sencillamente, es el
líder de un grupo de músicos profesionales y por eso mismo su figura conlleva
un conjunto de atributos indispensables muy complejos que le permiten cumplir con
su función.
Primero, en el aspecto puramente profesional y
técnico, el concertino debe tener un cabal conocimiento de la partitura para poder
concordar las ideas musicales con soluciones técnicas en servicio del
intercambio de dichas ideas con el director, principalmente en lo que respecta
a detalles técnicos, como por ejemplo, el sitio más apropiado del arco para
efectuar los pasajes difíciles, o conseguir que un hermoso tema suene ininterrumpidamente
ligado, lo que a veces es mucho más difícil de lograr que un pasaje brillante y
virtuoso.
Es importante tener en cuenta que en una orquesta sinfónica
el número de ejecutantes (refiriéndose a las cuerdas) debe llegar alrededor de
sesenta, lo cual es suficiente para hacerse una idea de la preparación profesional
que debe reunir un concertino como músico, aparte en lo particular de ser mejor
violinista o instrumentista que los demás. Otro aspecto que demuestra la
importancia del concertino es cuando en la orquesta existe cierto desequilibrio
de niveles, en cuanto a calidad interpretativa se refiere.
El concertino, aparte de ser un excelente músico
en general, buen instrumentista y músico de atril, tiene otra faceta
importantísima, el de intérprete solista. En la literatura sinfónica abundan
los solos, donde el concertino tiene libertad artística de acuerdo a la idea
principal de la partitura.
En otro orden, tenemos el aspecto carismático.
Todos sabemos que cuando el director da la mano al concertino, está saludando
en esta forma a la orquesta entera. Por otra parte, el concertino se levanta
primero y después los demás miembros de la orquesta para saludar al director.
Por su carisma, el concertino viene a ser como el lazo que une a la orquesta
con el auditorio; por ello debe poseer ese don especial para percibir la
atmosfera del público y de este modo actuar debidamente en cada momento, ya que
su excepcional figura capta la máxima atención del espectador, logrando con su
expresión (gestos, saludo, etcétera) influir en la concurrencia.
En el aspecto administrativo, el concertino
preside las reuniones del consejo artístico entre las figuras principales de la
orquesta para tratar asuntos importantes, tales como presidir las audiciones
cuando hay que decidir un ascenso, la admisión en la orquesta de nuevos
miembros, etcétera.
En cuanto concierne a las relaciones humanas, el
concertino tiene que velar por la disciplina de la orquesta entera, para lo
cual debe ser justo, audaz en sus decisiones, a veces autócrata y austero; pero
sobre todo, debe ser una persona con capacidad para resolver en toda
circunstancia cualquier tipo de problema, con un sosiego digno de seres humanos
que se respetan a sí mismos y respetan a los demás.
(Publicado en
El Siglo, agosto de 1996)
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