viernes, 28 de julio de 2017

Importancia del Concertino en la Sinfónica

Por Zvezdana Radojkovic
(Concertino Asociada de la OSN)
(Dedicado a mi amigo Pavle  Vujcic
Concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional)

Toda persona que asiste a un concierto sinfónico advierte la llegada de un miembro especial de la orquesta que hace su entrada al escenario minutos antes que el director y cuando ya todos los músicos están en sus puestos. Esa persona es el concertino, quien recibe  los primeros aplausos del público a manera de saludo y de inmediato solicita al oboísta darle el tono correspondiente para afinar los demás instrumentos y así entregar al director la orquesta lista para iniciar el concierto.
En toda orquesta sinfónica, el director, asistido del concertino es figura principal, en el sentido de que tiene la función de mediador entre el compositor y el oyente. En otras palabras, el director es el creador de la interpretación, mientras el concertino tiene que responder a las exigencias de la idea creativa, al igual que los demás miembros de la orquesta pero su destacada posición le obliga a transmitir con su cuerpo y ademanes los más delicados detalles.
El concertino es el jefe de la orquesta entera, sobre todo de la sección de las cuerdas (violines, violas, violoncelos y contrabajos) por la simple razón de ser un violinista. Sencillamente, es el líder de un grupo de músicos profesionales y por eso mismo su figura conlleva un conjunto de atributos indispensables muy complejos que le permiten cumplir con su función.
Primero, en el aspecto puramente profesional y técnico, el concertino debe tener un cabal conocimiento de la partitura para poder concordar las ideas musicales con soluciones técnicas en servicio del intercambio de dichas ideas con el director, principalmente en lo que respecta a detalles técnicos, como por ejemplo, el sitio más apropiado del arco para efectuar los pasajes difíciles, o conseguir que un hermoso tema suene ininterrumpidamente ligado, lo que a veces es mucho más difícil de lograr que un pasaje brillante y virtuoso.
Es importante tener en cuenta que en una orquesta sinfónica el número de ejecutantes (refiriéndose a las cuerdas) debe llegar alrededor de sesenta, lo cual es suficiente para hacerse una idea de la preparación profesional que debe reunir un concertino como músico, aparte en lo particular de ser mejor violinista o instrumentista que los demás. Otro aspecto que demuestra la importancia del concertino es cuando en la orquesta existe cierto desequilibrio de niveles, en cuanto a calidad interpretativa se refiere.
El concertino, aparte de ser un excelente músico en general, buen instrumentista y músico de atril, tiene otra faceta importantísima, el de intérprete solista. En la literatura sinfónica abundan los solos, donde el concertino tiene libertad artística de acuerdo a la idea principal de la partitura.
En otro orden, tenemos el aspecto carismático. Todos sabemos que cuando el director da la mano al concertino, está saludando en esta forma a la orquesta entera. Por otra parte, el concertino se levanta primero y después los demás miembros de la orquesta para saludar al director. Por su carisma, el concertino viene a ser como el lazo que une a la orquesta con el auditorio; por ello debe poseer ese don especial para percibir la atmosfera del público y de este modo actuar debidamente en cada momento, ya que su excepcional figura capta la máxima atención del espectador, logrando con su expresión (gestos, saludo, etcétera) influir en la concurrencia.
En el aspecto administrativo, el concertino preside las reuniones del consejo artístico entre las figuras principales de la orquesta para tratar asuntos importantes, tales como presidir las audiciones cuando hay que decidir un ascenso, la admisión en la orquesta de nuevos miembros, etcétera.
En cuanto concierne a las relaciones humanas, el concertino tiene que velar por la disciplina de la orquesta entera, para lo cual debe ser justo, audaz en sus decisiones, a veces autócrata y austero; pero sobre todo, debe ser una persona con capacidad para resolver en toda circunstancia cualquier tipo de problema, con un sosiego digno de seres humanos que se respetan a sí mismos y respetan a los demás.

(Publicado en El Siglo, agosto de 1996)

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