El éxito de La Bayadera, ballet presentado este fin de
semana en el Teatro Nacional por el
Ballet Clásico Alina Abreu y la
Fundación ProDanza, es una fiel demostración de que cuando se aúnan grandes
esfuerzos con buena voluntad, se pueden
realizar obras extraordinarias, como lo es este deslumbrante espectáculo
danzistico, cuyo difícil montaje ha sido un gran reto para los más prestigiosos
y exigentes coreógrafos y productores del mundo.
Alina Abreu merece un cálido reconocimiento,
por atreverse a montar esta gran producción en un país con escasa tradición
sobre el género, sentando con ello un precedente en la historia del ballet
dominicano de alta calidad.
Este impresionante
montaje tiene música de Ludwig Minkus, basado en
dos dramas del poeta indio Kālidāsa y libreto de Serguéi Judekov y Marius Petipa. La danza
clásica o ballet es una forma de contar una historia utilizando el movimiento
del cuerpo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0l4i4HU857jyp5p0iDWR9zebVyAw7TkuIFKqhNrOIAuYisMK4HWb6y5EpxMXs-gASxwYo2QEhJSLmEcPK0yfyEu8G9_pxd9rq7PQu1AkjKG_TeoZzPZfcQAt84kQhHQ8QNCtjlWADuFqB/s320/Alexander+Duval+%2528Solor%2529.jpg)
Merecen destacarse los roles principales de Alexander Duval, primer bailarín del BCAA, como el guerrero Solor; Lisandra Toro y Alison García, primeras bailarinas del BCAA, quienes encarnan respectivamente a Nikiya (la Bayadera), y a Gamzatti (la hija del Rajá), quienes logran dominar su respectivo rol en este gran montaje, tras largos meses de ensayos practicando diariamente relevé, attitude, piqué, acelerando, fouetté, arabesco y otras técnicas básicas para lograr destreza en este difícil arte de la danza clásica. El ballet es uno de los bailes que requiere entrenamiento desde una edad temprana, sobre todo si se quiere llegar a ejecutar profesionalmente.
También cabe destacar el trabajo realizado por Pablo Pérez, como Grand
Brahman; Sebastián Núñez, como el Rajah; Laura García-Godoy, como La aya; Darel
Pérez, como Magdaveya; Camila Hernández, como Tara, ídolo de Oro, e Ileana
Hernández, como la tinajera.
La escena I del segundo acto, constituye el núcleo
coreográfico del espectáculo, (coreografía creada por Marius Petipa e incorporada
por Alina Abreu), con la participación de 32 bailarinas vestidas de tutú, donde Solor, desesperado por la muerte de la
hermosa Bayadera y bajo la influencia del opio, ve a Nikiya en el “Reino de las
sombras”, muerta y multiplicada su imagen por sus espectros.
Breve historia de La Bayadera
En el siglo XVI los
portugueses llamaban bayaderas a las bailarinas sagradas de La India, heroínas
de nombre misterioso y sugestivo con una mezcla sutil de exotismo y sensualidad.
En 1877 el célebre
coreógrafo Marius Petipa crea el ballet La Bayadera, en San Petersburgo, basado
en la historia presentada 20 años atrás, con coreografía de su hermano Lucien
Petipa, que narraba la rivalidad entre Sakuntala, la Bayadera, y Hansatti, la
favorita del Rajah, que pretendía aniquilarla.
En su primera variación,
Nikiya (antigua Sakuntala), la Bayadera, espera a Solor, el noble guerrero que
ha conquistado su corazón. Por ese amor prohibido está dispuesta a sacrificar
su vida como bailarina. Toda la fuerza dramática de esta escena está basada en
las emociones cambiantes de la Bayadera.
El aporte más decisivo
de Petipa al mito de La Bayadera, es sin duda la extraordinaria escena de la
sombras en el tercer acto, en el que las almas de las bayaderas difuntas
descienden del Himalaya formando una majestuosa procesión. La belleza musical y
visual de esta escena, es deslumbrante.
Tuvo que pasar casi un
siglo antes de que la Opera de París presentara a su vez esa fascinante partitura
coreográfica. El autor de este redescubrimiento es Rudolf Nureyev. En 1961,
durante una gira del ballet Kirov, el público parisino descubrió al joven
bailarín en el tercer acto de La Bayadera.
En 1974, trece años más
tarde Nureyev escenifica para el ballet de la Ópera de París ese mismo acto,
llamado “el reino de las sombras”, con la primera bailarina Noëla Pontois. En
otoño de 1992, Rudolf Nureyev, ya gravemente enfermo, pudo por fin realizar su
sueño: montar el ballet en su totalidad, cuyos ensayos no pudo dirigir, debido
a que ya estaba muy enfermo y débil. Pero a pesar de sus desfallecimientos,
nunca perdió su mirada y su entusiasmo. Eligió
a Isabelle Gérin, para representar a la Bayadera, junto con Elisabeth Platel y
Laurent Hilaire. Isabelle se entregó en alma a su rol, ya que estaba consciente
que luego de este montaje no volvería a ver al maestro. Después del
espectáculo, Nureyev no volvió más.
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