El montaje este fin de semana, de la afamada obra Un tranvía llamado deseo, en la sala Máximo Avilés Blonda del
Palacio de Bellas Artes, ha sido un éxito en todos los órdenes, donde resalta
la brillante participación de los veteranos actores Karina Noble, Félix Germán,
María del Mar, Ernesto Báez y Lidia Ariza, fruto de la escrupulosa dirección de
María Castillo y el talento actoral, en una atinada producción de Fidel López.
Considerada una de las obras más importantes de la
literatura estadounidense, Un tranvía llamado Deseo (1947),
tiene como característica principal el enfrentamiento de dos culturas. Blanche
DuBois, una atractiva y desequilibrada mujer del Sur estadounidense, al final
de su juventud, con prejuicios y sentimientos de altivez, cuyas pretensiones de
virtud y educación ocultan su alcoholismo, va de visita al apartamento de su hermana Stella
en Nueva Orleans, quien está casada con Stanley, un obrero de origen polaco, los cuales viven en un patio de vecinos junto a
otros inmigrantes. Este edificio se encuentra en
la calle Campos Elíseos y
se llega a ella usando la ruta de tranvía llamada Deseo.
Stanley es un hombre lleno de energía, con una
presencia varonil, práctica y tosca. Él domina totalmente a Stella y abusa de
ella física y emocionalmente. Stella, no obstante, tolera este comportamiento
debido a la atracción, casi animal, que siente por su marido.
“Existe una atracción oculta pero poderosa entre
Blanche y Stanley; cada uno de ellos está acostumbrado a mantener el control de
la situación a su alrededor, lo que aumenta las tensiones entre ambos. Su
atracción va en contra de los valores morales y culturales de los dos; sus
conflictos representan el conflicto entre los grupos sociales a los que
representan: la fuerza bruta de la naturaleza es tan poderosa como los
prejuicios morales”.
Karina luce convincente en su rol de Blanche DuBois, una dama sureña con delirios de
grandeza, refugiada en un mundo inventado, presumida, altanera y desequilibrada.
Lo mismo Félix Germán, quien refleja fielmente el carácter rudo y tosco del
personaje que representa.
La veteranía de María Castillo le permite sacar el
máximo a los actores en la caracterización de sus respectivos personajes. María
logra que Karina, una consagrada de la actuación, “se sumerja en la tragedia
personal de Blanche, en las corrientes interiores de sus perturbadas
emociones, en los porqués de sus
errores, sin reducir el personaje a un espantajo ridículo”. Por ello “consigue
solucionar escénicamente esa dicotomía entre personaje ridículo, hablador,
maledicente y torpe, y personaje dulce, culto, educado y soñador”.
Lo mismo ocurre con Stanley, hombre tenaz,
obsesivo, listo, sin escrúpulos. Duro entre los duros, su capacidad de
amedrentar a los demás es una de sus armas más poderosas. Como casi todos los
duros, tiene partes blandas. En el fondo, teme profundamente perder lo que ya
tiene y está muy atento a las personas y circunstancias que pueden quitárselo.
María consigue que Félix interprete un
Stanley creíble, donde sus “partes blandas” contrastan con su exceso de vitalidad.
Con María del Mar, logra el reto de
convertirla en una Stella “protagonista en la sombra, compitiendo en visibilidad con Blanche, buscando hacer visibles y audibles
precisamente sus dudas interiores, su falta de firmeza, su fragilidad”.
Asimismo, con Ernesto consigue la
caracterización de un Mitch convincente, “dando fuerza y brillo escénico a un
personaje secundario, sumido en sus contradicciones, apocado, sin personalidad;
haciéndolo protagonista de su propia tragedia y presentándolo como tal ante el
espectador”.
Lidia Ariza, en su rol de Eunice, un
personaje secundario, se mueve como pez en el agua, resaltando una vez más sus
condiciones de veterana actriz.
Por lo demás, cabe destacar el práctico diseño de
escenografía de Fidel López, así como el diseño de luces de Bienvenido
Miranda.
Para quienes gustan de teatro de calidad, Un tranvía llamado deseo vuelve a
presentarse desde el jueves 23 al domingo 26, en la Sala Máximo Avilés Blonda
del Palacio de Bellas Artes.
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